domingo, 9 de agosto de 2009

Conversaciones (III)


El domingo pasado compartía con ustedes, los amables lectores de este blog, la segunda Conversación del joven Justo. Continuemos con el sueño del colegial, nos quedamos en que:

...Todos eran esclavos, y el amo de todo el mundo llevaba tres coronas.

Un hombre nació en las regiones germánicas, y con el trabajo de sus manos inmortalizó el pensamiento sobre la tierra.

Entonces la primera luz apareció en el horizonte.

Un siglo después, los hijos de aquel hombre dijeron: la conciencia es libre en nombre del mártir de la razón, y tembló el trono de las siete colinas.

Estremecióse el mundo como con los dolores del parto... y el alba brilló por el lado del norte.

Entonces un piloto cruzaba los mares, y descubría por el camino que la naturaleza ha marcado a la luz, un mundo ignorado, durmiendo sobre el océano, y reclinando su frente en la almohada glacial del polo.

Y se produjo un movimiento de admiración, y en aquel instante la luz se proyectaba por doquiera...

En vano quisieron apagarla con sangre, y el brillo de las hogueras compitió con el fulgor de lo alto.

Los hijos de Dios vislumbraron el país natal desde el sendero del extranjero, y el tibio aliento de la esperanza refrigeró su alma.

La soberana voz de la inteligencia resonó en todos los ámbitos, y el hacha del verdugo comenzó a embotarse, y los bosques empezaban a negar la leña para la hoguera.

La voz divina recorría el espacio, desde el humilde hogar del pueblo hasta los palacios de los nobles convertidos en templos de Príapo...

Los hijos de la palabra santa sacudían sus cadenas del otro lado del mar, y asentaban en la virgen del mundo la emancipación de los pueblos.

Los desheredados miraban atónitos aquel prodigio, y volvieron la vista hacia sus señores y compararon.

Un rugido como el de todos los leones del desierto, retumbó bajo la tierra y los tronos cayeron, y la fuerza sirvió a la idea, y era aquel como el correr de un torrente retenido por los siglos. Los hijos de Dios vistieron de gala y entraron al país natal...

Una voz de lo alto dijo Fiat lux, como en el primer día de la creación...

Y el disco del sol apareció como una coma de oro sobre el horizonte.

Y comenzó la décimanona centuria.

El reino de Dios se acercaba, y los tigrillos de la opresión se arrojaron a la lucha...

Pero el sol surgía lentamente, y hundíanse lentamente el fanatismo y la tiranía...

En vano agotó su saña la iniquidad y los pueblos cejaron alguna vez en la lucha... Las huellas del sicario imprimieron zonas rojas en todas direcciones: desde el Vístula hasta la verde Erin, desde los Alpes a la Sierra Madre.

Y los gemidos del proscrito y el estertor de la agonía poblaban de dolor los cielos.

En vano. El sol surgía, y surgían con él las flores del surco de sangre, y del dolor de los desheredados un canto de victoria...

Y cuando estaba próximo el faro del día a mostrar toda su esfera, habló la voz de lo alto y dijo: "Vivid, porque sois dignos, y porque con vuestro trabajo habéis destruído la ignorancia y la maldad; vivid y trabajad sobre la tierra a quien habéis arrancado sus secretos. Vivid y sed libres, y dominad vuestra mansión, porque la habéis conquistado y habéis fundado sobre ella el altar imperecedero de la razón que es mi altar"...

Y el sol ilumnió los espacios, y la décimanona centuria cayó como una gota de agua en la clepsidra de los tiempos.

Y el primer destello del día iluminó en la conciencia del género humano la palabra eterna: Libertad.
*


Justo Sierra, Obras Completas, T. II p. 73 - 76.

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